Nos quiero ver volar.



Te escribí, me escuché y nos redactamos en una hoja en blanco con muchas pausas y sin prisa.

Mis dedos teclearon la historia de una vida perfecta aún conociendo el riesgo de acabar perdida en este mundo dañado.

A pesar de los miedos puse toda mi ilusión en no definirnos; dejar que la abstracción hablase por sí sola sin la presión de los límites.
Te quiero libre y nos quiero ver volar.




Y a donde vamos? A donde quieres irte, pajarito? Las golondrinas que revolotean entre tu pelo ya saben a donde se irán cuando esta ciudad escupa hielo, pero nosotros seguimos sin saber qué camino escoger. Estamos empeñados en pensar demasiado y amordazar impulsos al punto de ser nuestros propios domadores, y siento que a este circo le faltan más payasos.


¿Arrancamos las cuerdas y mordemos el tiempo que nos aprieta?
El aire no puede pasar y yo sólo necesito descoser mis labios callados; gritar, decirles que yo también puedo, que no me frenan las barreras, que estoy trazando mi propia línea y que no importa si a veces la siento discontinua.
No me hacen daño los golpes de la vida que nos inyectan porque he empezado a pensar que sería más feliz viviendo lo que quiero y no la que quieren que viva.



Hoy te voy a empujar al cielo y vamos a tener unas vistas privilegiadas; notarás cómo tu corazón pega un vuelco y nuestras mentes estallan en color. No es doloroso, sólo intentan desechar todos tus sueños porque les asusta que desde aquí arriba veamos su cima invertebrada.

Ya no nos pisan la espalda.



Te quiero libre y nos quiero ver volar.
Tengo un radar para inviernos fríos y muchas mantas en mi rincón de pensar. Vamos a estrenar alas nuevas, que la conciencia ya se ha liberado y no hay oscuridad que la coma.
Podemos teclearnos pero sin imprimir el resultado, que la historia no tiene fin y cada día, pajarito, descubro un color nuevo del que hablarte.


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