Arrugas.
Cuando sientes que no perteneces a donde creías pertenecer; que quién te dio la vida no tiene ni idea de lo que realmente eres después del paso de los años.
Que eres como eres, que no quieres cambiarlo ni puedes, que sigues siendo la misma persona acurrucada en la cama y tapada hasta la cabeza un uno de septiembre. Que esa depresión post-vacacional se te repite cada año y presientes futuras arrugas conspirando sobre dónde más te jodería que apareciesen. Pero sabes que las más profundas no se ven.
Escuchas Placebo, The Cranberries, una canción que te suena de a saber qué, y matinas. Te matas, te minas.
Pensamientos tóxicos y regresas a la realidad, abres los ojos y ahí sigues en la misma posición.
Escuchas Placebo, The Cranberries, una canción que te suena de a saber qué, y matinas. Te matas, te minas.
Pensamientos tóxicos y regresas a la realidad, abres los ojos y ahí sigues en la misma posición.
Quisieras que esa sensación desapareciese por siempre. Preferirías vivir en el más tremendo caos y no tener tiempo ni para pensar. No quieres recordar ese trágico suceso, ese momento que tanto te marcó, esa noticia, esa impotencia, esa rabia, ese huracán que hizo volar hasta el tejado de tu casa. Te hizo volar la cabeza como si un tanque preparado para combatir en la peor de las guerras te reventase con solo un movimiento.
Te vuelves a preguntar si estarás loco, si siempre lo has estado; qué coño es la locura realmente? Qué eres tú? Qué intentas aparentar? Se te queda pequeña la ciudad entre tan amplias y abstractas cuestiones.
Al fin logras dormir. Y las luces se apagan. Y los vecinos duermen. Y desconectas por unas horas de la locura de ser humano.
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